jueves, 28 de junio de 2012

Me siento moralmente obligado a contar esto

Iba por la facultad de Farmacia de Sevilla (zona cercana a la famosa Feria de Abril) cuando me he encontrado en la calle con un remolque para caballos, y un asustado caballo que no quería entrar. Me he quedado para presenciar como acababa la historia, que me ha hecho hervir la sangre.
El caso es que el caballo, por el poco espacio o la oscuridad del remolque, no estaba dispuesto a entrar, ni tirando de las riendas. Mientras, el otro hombre desde atrás azotaba al caballo con un látigo para que entrara. Frustrado el primer hombre, ha empezado a pegar puñetazos y patadas al caballo, en la cabeza y el lomo, y así cada vez que el caballo no quería entrar. Es obvio que cada vez el corcel estaba más asustado, y que a golpe y porrazos no conseguirían hacerlo entrar.
De pronto ha venido un mendigo, de complexión bastante débil. Se ha quitado la chaqueta y con ella ha cubierto los ojos del caballo. Ha tomado las riendas del caballo, y con paciencia y tranquilidad lo ha hecho entrar, no ha opuesto ni resistencia. Gracias a él el caballo se ha librado de muchos más golpes.
Ahora la reflexión que yo me hago: ¿cómo serán tratados otros caballos que participen en la feria? ¿si se niegan a entrar van a ser aporreados también? Los caballos son preciosos, unos animales muy nobles, me da pena que no sean tratados con la nobleza que se merecen.





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